En una casa del barrio de Aia tenían como criada a una joven muchacha de San Gregorio. Todos los días festivos bajaba a casa de sus progenitores y luego, al atardecer del domingo regresaba a Aia, totalmente perezosa. Prefería estar en su casa que trabajar como criada. Su madre le regañaba con frecuencia por ello.
En cierta ocasión, en uno de esos atardeceres de domingo, la madre le maldijo gritando que saliera hacia Aia ya que iba tarde, como siempre. Y la muchacha partió hacia Aia llorando, subió atravesando Agaramunda. Cuando llegó a la cueva de Agaramunda subió al avellano situado sobre la entrada de la cueva ya que quería recoger las avellanas.
Pero desgraciadamente la rama se rompió y la muchacha cayó al interior de la cueva. Vecinos y familiares pasaron días buscándole pero no encontraron rastro de ella. Posteriormente se encontró un dedo de la muchacha, con su anillo, bajo el puente de Arbeldi, y según otras fuentes fue en la cocina de Andraleize.