En un tiempo un pastor vivía en una choza de Leizadi. Todos los días, para cuando tenía preparado el brebaje un joven gentil bajaba de la cueva de arriba, se sentaba en un asiento de piedra y se lo bebía todo.
En cierta ocasión el pastor le contó lo sucedido a un amigo y éste le dijo que para cuando bajara el gentil tuviera el asiento al rojo vivo.
Y así fue, al día siguiente hizo lo que le recomendó su amigo. Y el gentil llegó justo después de que el pastor sacara el asiento de piedra del fuego. Se sentó en el asiento como siempre pero enseguida comenzó a gritar y huyó.
Al oír sus gritos los padres del gentil salieron al exterior de la cueva y preguntaron a su hijo: “¿Quién ha sido? ¿Quién ha sido?”. “Yo a mí mismo, yo a mí mismo”. “Esto le habrá venido bien a ese pastorcillo de ahí”, dijeron, y dieron el tema por zanjado.