Ruta Barandiaran de Ataun
Sumergiéndonos en la mitología de Ataun
Jose Miguel Barandiaran nació en Ataun en 1889 y murió en el mismo municipio en 1991. Realizó investigaciones muy importantes en torno a la antropología y la etnología del País Vasco, pero también sobre la mitología vasca. Dedicó muchos años a recopilar viejas costumbres, creencias, leyendas e historias populares que estaban a punto de perderse. Las leyendas que presentamos aquí se conocen gracias a su labor, uniendo así a Ataun con la mitología vasca. Os proponemos una ruta fácil por la vía urbana, ideal para hacer en familia. A medida que avanzamos, iremos descubriendo todos los tesoros recopilados por Jose Miguel Barandiaran.
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MITOS
Jose Miguel Barandiaran nació en Ataun en 1889 y murió en el mismo municipio en 1991. Realizó investigaciones muy importantes en torno a la antropología y la etnología del País Vasco, pero también sobre la mitología vasca. Dedicó muchos años a recopilar viejas costumbres, creencias, leyendas e historias populares que estaban a punto de perderse. Las leyendas que presentamos aquí se conocen gracias a su labor, uniendo así a Ataun con la mitología vasca. Os proponemos una ruta fácil por la vía urbana, ideal para hacer en familia. A medida que avanzamos, iremos descubriendo todos los tesoros recopilados por Jose Miguel Barandiaran.
A punto de iniciar el recorrido en la plaza de San Martin, enfrente tenemos la iglesia y, al igual que ocurre en otros pueblos, siempre hemos escuchado que también la iglesia de San Martin fue construida por los gentiles.
Según cuenta la leyenda, los vecinos tenían la intención de construir una iglesia. Pensaron que el sitio más adecuado para ello era la pequeña cima denominada Mendiola, donde hoy en día se encuentra el campo santo. Y fue así como empezaron a transportar piedras hasta allí en carros.
Sin embargo, tal y como sucede con tantas otras cosas, resultó que no todos eran de la misma opinión; las piedras transportadas durante el día aparecían la siguiente mañana en el lugar donde hoy se ubica la iglesia.
Los cristianos hacían lo mismo al día siguiente: cargaban las piedras en los carros y las llevaban a Mendiola, pero por la noche alguien las transportaba al sitio de origen una y otra vez.
Con la intención de aclarar aquella circunstancia, la señora de Zaindegi, la casa que se encuentra cerca del lugar, se puso a vigilar por las noches, y al final vio cómo los gentiles traían las piedras que los cristianos llevaban durante el día.
Los gentiles se percataron de que estaban siendo vigilados y le lanzaron la siguiente maldición a la señora de Zaindegi:
Aida zurie, aida gorrie,
Zelatan dagon andra horri
Ataiok ezkerreko begie
Hoy en día, la iglesia de San Martín se ubica donde los gentiles querían que se ubicara.
Tenemos que emprender el recorrido, y empezaremos desde el camino que se encuentra al otro lado del río Agauntza, acompañados por el sonido que emite el río. No olvidemos que las lamias rondan el río, por lo que deberemos ir atentos hasta el área de descanso de Astigarraga.
Tal y como hemos adelantado, las lamias solían rondar el río Agauntza. Estos seres con forma humana
pero pies de pato solían estar en los pozos, peinando sus cabellos con peines de oro. Solía ser
frecuente que alguna mujer del pueblo les robara el peine de oro. Si eso ocurría, la lamia se acercaba
durante la noche a la casa de la señora que le había robado el peine, cantándole lo siguiente:
Andra Geazi,
Ekatzu nire orrazi;
Bestela galduko dizut
Zure ondorengo azkazi.
Por lo tanto, está claro: es mejor dejar en paz a las lamias, pues lanzan de inmediato la maldición
cuando les desaparece su peine de oro.
Tras dejar tranquilamente a las lamias en el pozo, seguiremos adelante, adentrándonos en
la historia de la mitología de Ataun. Conoceremos de cerca el origen de José Miguel,
atravesando el entorno donde vivió.
Nos encontramos en el barrio Arinberriaga, frente al caserío Aldakotxo, junto al caserío Auzmendi. Jose Migel
Barandiaran tuvo en su madre, Maria Antonia Aierbe Dorronsoro, la principal fuente de información del mundo
de los mitos y las leyendas. Ella era del caserío Aldakotxo o Markesane. Por lo tanto, no es de extrañar que en
este entorno Jose Migel recogiera muchas historias. En el caserío Auzmendi también tuvo informadores.
Tras conocer las raíces de José Miguel, podemos proseguir. Enseguida llegaremos a su casa natal.
CASERÍO PERUNEZAR: José Miguel Barandiaran, el menor de los 9 hijos de Maria Antonia Aierbe y Frantzisko Antonio Barandiaran, nació en este caserío el 31 de Diciembre de 1889. Allí pasó sus primeros años, hasta que a los 14 años comenzó sus estudios en el seminario en Baliarrain.
En homenaje a la labor realizada a lo largo de su larga vida, la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País lo nombró socio de honor. La inscripción que colocaron en la pared de su casa natal es buena prueba de ello.
Nació aquí, murió aquí. Después de vivir años fuera, José Miguel volvió a Ataun. Prosiguiendo el camino conoceremos dónde pasó sus últimos años.
CASA SARA: En 1936 José Miguel tuvo que exiliarse, debido a la Gerra Civil española, y durante casi veinte años vivió en Sara (Lapurdi). En 1953 volvió a Ataun y, en compañía de su sobrina Pilar, vivió en una casa construida a imagen y semejanza de las casas de Lapurdi, Sara, hasta que falleció el 21 de Diciembre de 1991, a diez días de alcanzar los 102 años de edad.
Después de conocer un poco más la vida de José Miguel Barandiaran, sigamos adelante. La siguiente parada es el conjunto hidráulico Larruntza, hoy convertido en museo, donde nos informaremos más en detalle sobre la vida y obra de José Miguel.
MUSEO JMB. LARRUNTZA: Avanzando en nuestro recorrido, llegamos al Museo Mitológico Vasco JMB. Veremos lo que nos ofrece, y luego proseguiremos.
Tras visitar el museo, continuamos aprendiendo más acerca de los pormenores de la mitología de Ataun, hasta el gran puente de Lauztierreka, que está cerca.
Hemos llegado al puente de Lauztierreka. Enfrente tenemos el monte Muski, con su antena. Pero, ¿qué ocurrió en Muski? Muski es la morada de Basajaun y Tartalo, por lo que no es de extrañar que haya más relatos en este entorno. He aquí la leyenda de Tartalo:
“Los gentiles vivían en la cueva de Muski, y el tuerto Tartalo un día atrapó a un cristiano. Para que no huyera de la cueva, le puso un asombroso anillo en uno de los dedos de la mano:
“estoy aquí, estoy aquí”
gritaba siempre.
En una ocasión, el cristiano se escondió entre las pieles de oveja que tenía amontonadas el gentil. Los gritos del anillo parecían lejanos, y pensando que venían de fuera, el gentil abrió la puerta y salió de la cueva; el cristiano, tras quitarse las pieles de encima, huyó de allí en un santiamén.
El gentil escuchó el ruido del anillo y salió corriendo tras él.
El cristiano se rindió enseguida. Sin embargo, en un momento, se le ocurrió cortarse el dedo con una piedra y tirarlo, con su anillo, al río Mekolalde, y así lo hizo.
Luego, cuando el gentil llegó a Mekolalde, oyó el ruido del anillo en el pozo, saltó y quedó ahogado allí mismo.”
Tras escuchar la conocida leyenda de Tartalo, haremos el camino que se dirige a la iglesia de San Gregorio Magno, después de tomarnos un pequeño respiro en la plaza de San Gregorio.
Después de ver el centauro de Oteiza en la plaza de San Gregorio, llegaremos al montículo donde se ubica la iglesia. Ahí, tras subir la cuesta, veremos el trabajo mitopoético realizado por Ion Iturrarete Artola. A través de la ventana de la escultura de hierro ubicada en el pórtico de la iglesia, observamos de nuevo el monte Muski, solicitando más información; y es que este monte alberga más historias conocidas. Recordemos las leyendas de Sanmartintxiki y Basajaun.
“Antiguamente, en la cueva de Muski vivían los basajaun. Allí, trabajando en las cimas de las montañas, recogían grandes cantidades de trigo. En las tierras llanas, sin embargo, vivían los cristianos, que no sembraban trigo porque no disponían de grano. Un día, Sanmartintxiki subió a la cueva de Muski con unas grandes abarcas y, tras ver la cantidad de trigo que había allí, retó a los basajaun con una apuesta: a ver quién era capaz de dar el salto más grande sobre el montón de trigo.
Los basajaun saltaron con gran facilidad por encima del montón de trigo. Sanmartintxiki, en cambio, cayó en medio del montón. Pero consiguió llenar las abarcas con granos de trigo! Luego, tras marcharse de allí, mientras Sanmartintxiki iba camino a casa, un basajaun se percató de la fechoría de Sanmartintxiki, y le lanzó un hacha, pero no le alcanzó. El hacha se clavó en el tronco de un castaño de Olasagasti.
Los cristianos, de esa manera, disponían de grano de trigo, pero no sabían cuándo sembrarlo. Sin embargo, una vez oyeron decir lo siguiente a un basajaun mientras se reía:
Ja jaaaai! Balekite, hartuko lukete:
Orri irtete artoa ereite
Orri erortze garia ereite
Eta San Lorentzotan arbia ereite.
Desde entonces se extendió el trigo a todos los pueblos del entorno.»
Una vez conocida la leyenda de Sanmartintxiki, podemos emprender el viaje de vuelta. Pero tranquilos, porque tenemos más historias para el camino; no se acaban aquí las leyendas de Ataun. Para ello, no obstante, tendremos que bajar de la iglesia a la carretera, cruzar la misma y seguir las rayas blancas y amarillas. Empecemos de nuevo el recorrido.
En la zona montañosa que tenemos enfrente, se encuentra el caserío Arratiñea, en la parte superior de la casa Sara, hacia la izquierda, encima del casco urbano de San Gregorio. A José Miguel Barandiaran, en 1921, su madre le contó la historia de Jabier, un hijo de este caserío, y José Miguel nos dejó escrita, para que no la olvidemos.
“Jabier de Arratiñea era un chico orgulloso y una noche fue al caserío Urretsu a velar. En aquella época todas las mozas del entorno se reunían en aquel caserío a hilar. Tras divertirse muchísimo durante la velada, Jabier empezó a actuar como si fuese un sacerdote. Se metió en una tinaja y de allí a cada chica le daba una castaña cocida a modo de Comunión.
Más tarde, Jabier emprendió el camino de vuelta a casa, pero en Urretsu no querían que se fuera, y es que había hecho grandes maldades y, por ello, temían que le ocurriera algo en el camino.
Sin embargo, como ya hemos dicho, Jabier era un chico orgulloso y se fue. Cuando bajaba hacia el caserío Tellerietxe … … vió cómo el viático se acercaba hacia él desde el paraje denominado Laioa. Con miedo, echó a correr hasta el caserío Tellerietxe. Tocó la puerta y pidió el perro. Cogió el perro y con un trozo de torta de maíz en la mano, se marchó.
Entonces, se encontró con un toro rojo de fuego dirigiéndose hacia él. El toro no le daba miedo, no mientras tenía al perro a su lado. Pero para cuando llegó al cruce desde donde se coge el camino para Arratiñe, en la zona del caserío Lauztiazpi, se le acabó el trozo de torta de maíz que llevaba en la mano y el perro se le marchó .
Tan pronto como se marchó, de nuevo se le presentó el viático de la Iglesia. Jabier empezó a correr como jamás lo había hecho y de forma apurada entró en Arratiñe. Aquella noche las vacas de Arratiñe no pasaron una buena noche. Hubo mucho bramido, mucho ruido de cuernos y pesebres.”
Una vez escuchada esta leyenda, podemos adentrarnos en el bosque en busca de alguna otra fábula. Nada más entrar en el bosque y, enseguida, en el punto donde las rayas roji-amarillas que hemos seguido hasta ahora se convierten en roji-blancas, pararemos y, mirando al valle de enfrente, estiraremos la cabeza entre los árboles en busca del caserío Artzate.
Nos encontramos en Gaztiñerre, en el lugar donde está la presa de agua. En el valle contiguo tenemos el caserío Artzate, al lado de la angostura que existe entre Iruzuloeta y Sugaarzulo.
“Una vez los del caserío Artzate estaban preparando el horno calero, para elaborar cal. Los gentiles les gritaban desde la cima de Iruzuloeta. Jentilen oihuak Desde abajo les contestaron:
– Mejor haríais si bajaseis y nos ayudaseis, en lugar de hacer eso .
Los gentiles, al escuchar aquello, cogieron un gran martillo y ¡zas! lo lanzaron y dejaron el horno calero totalmente destrozado.”
Esta fábula es otra muestra más de los rifi-rafes que se producían entre gentiles y cristianos. Existen más para quien esté interesado. Sin embargo, es hora de que hagamos nuestro recorrido de vuelta; reflexionando acerca de lo escuchado y conocido durante el recorrido, llegamos al punto de partida.