Ruta Jentilbaratza
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Gentiles vigilando
Es una ruta corta y fácil, de 2.76 km. de longitud. Nos servirá para conocer las leyendas populares de la mitología vasca relacionadas con los gentiles de Jentilbaratza. Pasaremos por la iglesia, la casa Zaindegi, el alto de Mendiola y el caserío Agerre, bajo la mirada del alto de Jentilbaratza, y nos empaparemos con las historias de los gentiles y otros personajes mitológicos.
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156 m.
MITOS
Al monte Artxabaleta se le denomina Jentilbaratza, un monte tan vertical como alto, situado encima de la estrechura de Arrateta. Aquí perduran todavía los restos del doble muro del castillo construido por el reino de Navarra durante los siglos XII, XIII y XIV. Sin embargo, existe leyendas que dicen que este muro fue construido por Tartalo. Se cree que en esta cima enterraron los últimos gentiles, y de ahí le viene a la cima de Artxabaleta su segundo nombre: Jentilbaratza, o ‘cementerio de los gentiles’. Pero no solo por el enterramiento; los gentiles también vivían anteriormente en esta zona, eso es lo que cuentan al menos las leyendas.
Para acceder a la Jentilbaratza hay que subir un terreno bastante escabroso, por lo que el acceso al mismo lo dejaremos para los más osados. Nosotros haremos un recorrido corto y cómodo, caminando en todo momento a su abrigo.
Este recorrido lo iniciaremos en la plaza de San Martín, teniendo a la vista la iglesia, la casa Zaindegi y Jentilbaratza. Los gentiles, personas silvestres y fuertes, normalmente convivían en paz con los cristianos del entorno. Se dice que les ayudaron mucho en la construcción de las iglesias, pero en Ataun por lo menos no parece que fue así, ya que se ha extendido más la leyenda en sentido contrario.
Los cristianos empezaron a construir la iglesia en Mendiola, donde actualmente se encuentra el campo santo; pero todas las piedras que de día apilaban allí, luego, durante la noche, desaparecían y aparecían en la ribera del río, donde hoy en día se ubica la iglesia. Con la intención de saber qué pasaba, una noche, la señora de Zaindegi se puso a vigilar desde la ventana de su casa, para ver quién era el que traía hasta abajo las piedras.
Allí vió a los gentiles más fuertes portando piedras con las manos, otros con bueyes; todos bajando las piedras desde Mendiola hasta la ribera. En ese momento, un gentil, mientras pasaba con sus bueyes cerca de Zaindegi, vio cómo la señora estaba vigilando, y la espetó de esta manera:
Aida zurie, aida gorrie,
Zelatan dagon andra horri
Ataiok ezkerreko begie
En aquél momento, la señora quedó tuerta y, desde entonces, todos se sometieron a los deseos de los gentiles y se pusieron a construir la iglesia donde se encuentra en la actualidad.
¿Por qué no querían los gentiles que la iglesia se construyese sobre Mandiola? Acerquémonos a Mandiola, ¡a ver si averiguamos el motivo de tal actitud!
Tal y como hemos comentado en la plaza, aquí mismo, en esta parte alta empezaron los cristianos del pueblo a erigir la iglesia. Pero, por lo que se ve, los gentiles no querían ni ver la iglesia y, al final, a los cristianos les obligaron a construirla en un lugar más escondido.
Seguro que el primero en mover las piedras desde aquí hasta la ribera fue el gentil soberbio. Y con las manos, porque él era el más fuerte de todos los gentiles. Imagínense, ¡tenía al resto de los gentiles sometidos!
Este gentil soberbio pasaba su tiempo paseando de Jentilbaratza a Leizadi y de Leizadi a Jentilbaratza; de cuando en cuando se sentaba sobre la piedra conocida como “Jentilleseitaeondakoarrie” para descansar y pensar en nuevos retos. Es evidente que de ahí le viene su nombre a la piedra. En efecto, parte de su tiempo lo pasaba en esa piedra situada en el lindero inferior del encinar que hay debajo del Jentilbaratza.
En una ocasión, mientras estaba sentado pensando en nuevos retos, decidió ir a donde los cristianos, a ver si había algún hombre con quien luchar.
Fue hacia Lazkao, y en el camino se encontró un chaval de catorce años. Le preguntó a ver si ya era hombre.
El chaval : Pues no, aún no soy hombre, soy un mozo.
Narrador:le contestó el chaval .
Cuando bajaba de Lazkao hacia Senpere se encontró con un hombre mayor, y a aquél también le preguntó si era hombre. Le respondió que él era de edad avanzada, pero que hombres de verdad los encontraría en la ferrería de Beasain .
Y se fue directamente a la ferrería de Beasain, para preguntar si allí había hombres de verdad. Le salió un herrero cristiano. Y el gentil le dijo:
Gentil soberbio: Si hay alguien que sea capaz de girarme las manos, que salga.
Narrador: El herrero le dijo que sí ,
El herrero : espera mientras te agarro con dos dedo .
Y así, con unas tenazas ablandadas en el fuego le agarró de la nariz al gentil y le cortó la nariz. El gentil volvió gritando a Jentilbaratza, y sus amigos :
Los gentiles: ¿Qué te han hecho?
Narrador: le preguntaron .
Gentil soberbio: Los cristianos tienen malas artes.
Narrador: Les contestó. Desde entonces los gentiles empezaron a temer a los cristianos.
No obstante, no sabemos si son historias anteriores o posteriores, pero algunos gentiles se relacionaban mucho con los cristianos; y de hecho, todas las noches bajaban al caserío Agerre a jugar a cartas.
Teniendo tantas relaciones, seguro que en el caserío Agerre tienen historias que contar, por lo que dando un paseo, nos acercaremos allí.
A la luz de la historia del gentil soberbio, es posible que hubieran vivido atemorizado por los cristianos, pero no todos, pues algún que otro gentil se arreglaba bien con ellos. Tal y como se ha comentado anteriormente, los gentiles bajaban a este caserío a jugar a cartas.
Ahí, en la cima que está al noreste, se encuentra Jentilbaratza. Los gentiles bajaban todas las noches hasta aquí a jugar a cartas, hasta que el gallo empezaba a cantar al amanecer.
En una ocasión, el dueño de Agerre se puso enfermo y fue a recibir los sacramentos. Los gentiles cuando se enteraron de aquello, y a pesar de no ser cristianos, bajaron una sábana de oro hasta Agerre y con ella envolvieron la cama del enfermo para que recibiera los sacramentos.
Al parecer, los de Agerre querían quedarse con la sábana. La clavaron a la cama y, más tarde, le hicieron cantar al gallo.
Los gentiles, al oír cantar al gallo, tiraron de la sábana y se marcharon, pero un trozo de la sábana quedó atado a la cama y los gentiles les gritaron diciéndoles que mientras Agerre fuese Agerre no faltarían en aquel caserío enfermos ni mancos. Y, en efecto, desde entonces siempre ha existido algún enfermo en Agerre, o así nos lo cuenta al menos la fábula.
Tras aquél suceso, entonces sí, puede que las relaciones entre los cristianos y los gentiles quedasen rotas, pero ¡cualquiera sabe! Tal vez se reunirían en algún otro rincón de Ataun para jugar a cartas. Pero también hay otro caso, pues es conocido el hecho de que solían bajar al caserío Erroiondo a hilar. Pero esas historias tienen lugar en otros sitios, y nosotros tendremos que bajar e ir al casco urbano. Vayamos, por tanto, hacia abajo, cogiendo la senda que hay entre los caseríos Agerretxiki y Agerraundi.