En el pasado vivían gentiles en Jentilbaratza. Muchas noches bajaban al caserío Agerre a jugar a cartas, hasta que el gallo cantase al amanecer.
En cierta ocasión el dueño de Agerre enfermó y acudía a la iglesia a recibir los sacramentos. Cuando los gentiles lo supieron, aunque no fueran cristianos, bajaron la sábana dorada a Agerre y vistieron la cama con ella para que el enfermo recibiera los santos sacramentos.
Según parece los de Agerre deseaban quedarse con la sábana dorada y la clavaron a la cama e incluso obligaron al gallo a cantar.
Cuando los gentiles oyeron el canto del gallo tiraron de la sábana y se fueron corriendo, pero un trozo de la sábana quedó pegado a la cama y los gentiles lanzaron una maldición: que mientras Agerre fuera Agerre en aquella casa no faltarían enfermedades o discapacidades. Y desde entonces siempre ha habido algún enfermo en Agerre.