En cierta ocasión los habitantes del caserío Artzate construían un depósito para producir cal y los gentiles gritaban desde la cima de Iruzuloeta. Y desde abajo les respondieron:
– Más os valdría bajar y ayudar en lugar de seguir gritando.
Los gentiles, al oírlo, tomaron un martillo enorme, desmesurado, y lo lanzaron desde arriba, destruyendo todo el depósito.