Antón el sacristán acudió a Ordizia en cierta ocasión.
Por la noche, de vuelta, en el entorno de Umarki le salió un burro que caminaba delante de él.
Antón el sacristán quería subir al burro, y lo hizo.
Cuando llegaron al paraje de Urkuola el burro se dirigía hacia Urkuola y el sacristán, por el contrario, quería continuar hacia arriba.
No podía aguantar más la actitud del burro y le clavó un cuchillo en el lomo.
El burro se escondió en Urkuola con cuchillo y todo y el sacristán siguió a pie hasta su casa.
Enseguida acudió el vicario diciendo que debían ir a Urkuola a dar los últimos sacramentos.
Vicario y sacristán partieron hacia Urkuola. Había una anciana enferma.
Cuando vio al sacristán la enferma se giró hacia el otro lado y no quiso confesarse.
Al final vicario y sacristán salieron de allí sin dar los últimos sacramentos.
De camino a casa el sacristán contó al vicario lo que le había sucedido anteriormente cerca de Urkuola.
Entonces el vicario comprendió por qué la enferma no había querido ver al sacristán y qué enfermedad tenía y regresó de nuevo a Urkuola; pero solo. Y entonces aquella mujer se confesó y luego murió.