Como muchos otros en todo el mundo, cierto día el dueño de Sanztegi cultivaba la tierra con sus bueyes.
De repente los bueyes se le escapan hacia el pozo Lamiñosin, con arado y todo. Y del pozo sale una lamia con el cabello enredado en los dientes del arado.
Entonces el hombre dice a la lamia que él la mantendrá y que vaya con él a su casa. Y allí va la lamia, obedeciendo al hombre. Pero por mucho que lo intentara no podía articular palabra. Una noche, el hombre puso la leche a cocer y se fue a la cuadra dejando a la lamia sola en la cocina. Cuando la leche comenzó a desbordarse la lamia se escapó por la chimenea gritando « lo blanco sube », dejando su peine en la cocina.
Al día siguiente la lamia regresó y llamó a la señora de Sanztegi:
Señora Geaxi;
Devuélvame mi peine;
De lo contrario haré perder;
Su futura descendencia.
Entonces Geaxi acudió a su confesor para saber qué debía hacer y éste le dijo que pusiera el peine de la lamia sobre un palo largo. Así hizo Geaxi, y llamó a la lamia. Vino, cogió el peine y se esfumó partiendo el palo en dos. Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.